sábado, 29 de junio de 2013

En todas partes

En un proceso de pensamiento con movimientos telúricos de la fuerza con que me impulsas, producto del roze de  nuestros cuerpos y labios. De dos humanos, de estrella y luna,  de la pintura y del color, del ruído al oído, de su verbo a mi  dolor. Bajo tu influjo me sumerjo suavemente en tí, sin raspaduras. Bajo tu palabrería en mí, una conversión con engaños. Somos sin más ni más de ninguna religión ni filosofía. Todo antes de perdernos en el mundo de sólo conceptos. Pasamos de lugar en lugar, de lengua en lengua y de la costumbre al olvido por que decidimos ser una vez diferentes y morimos para todos. Ahí nos vemos, mendigando, buscando el eterno poder en las noches, estando solos, atrapados en telarañas de ternura:...
...
 Vámonos recio, vámonos a clavarnos, al estilo de moribundos queditos. Vámonos extediendo nuestras alas, planeando cada vez más alto y quemarnos con el solecito como el ícaro, sólo para ver las ocho regiones y el orión en lo estrellado de la noche. Vámonos a entender la vuelta al cielo que inventamos, del más libre albedrío. 
   Y que de repente mis hemisferios se conectan con los tuyos cuando sienta la necesidad. Y que sólo a ver me dedico si es a gritos la necesidad de mis manos rozar tus hojas de biblia con tersa fragilidad. Me ciego completamente con tu imagen por que te veo en todas partes para quedarte, necia, en mi memoria. Se me paró el palpitar cuando te ví por primera vez, miraba tus delicados hombros, subí la mirada, la quité.       Voltié nuevamente para verte el rostro tierno de juventud, una facción de tu ser, un sueño profundo sin crecer.
  En eso me diste todo. Quizás nuestras miradas nos sanaron al mirarnos así.  Miraste en mis ojos noches de largos antaños, noches frías sentado en frente de mi fuego fatuo, de noches estrelladas solas entre las piedras. Esperaba que la brisa arreciara el fuego de mis carbones enrojecidos de tanta leña para aguantar entre tantos tragos de mala fé.

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