sábado, 29 de junio de 2013

Es mi  padre.

Fué en un retiro que tuvo mi padre en días anteriores. En eso de un domingo mi mamá me levanto temprano, me dijo que si no me levantaba me iba a echar agua fría en la cara. Y pues, así me levanté.
 Desayunamos rápido, agarramos el urbano para llegar a la condenada misa de las 10. Ese día fué frustrante, me eché dos misas sin querer, obligadamente. Al final, después de tantas misas y retiros a los que a arrastraderas me dejé llevar por respeto, el ente tan gélido se tornó blando, pero no tanto, una vez más. Dejé que me abrazara un ser con demasiado corazón y entrega que me atrapó, me cobijó en un abrazo. Ese ser era mi papá llorando dramáticamente. Estábanos mi mamá y yo mero, la oveja que se torna más negra con unas que otras manchas blanquillas.
Me dijo, se refirió suplicando:
-Perdónenme -de qué te tendría que perdonar yo?-
-Beto, tienes que dejar entrar a jesús en tu corazón hijo- Yo no sabía que cara poner, ni que decir. Sólo dije: está bien papa.
 ...Yo sólo sé que "no sé" en que creer. Esta vez su llanto se había vuelto ya nada en mí. Es mi papa! -dije-, él es de tan buen calibre de corazón  que le ablanda cualquier cosa. Llora como yó lo hago. Pero lo quiero. Le tengo sumo respeto tanto a él como a mi madre, jamás los ofenderé con mis actos. Obedezco -pero no en estas cosas-.
Es de saberse que sí creo en Dios, pero no en la religión, de ningún tipo. Es de saberse y de suponerse que cuando mi hermano Jehú lea esto se desilucione, o tal vez nó; creo que ya me conoce muy bien. Creo saber que sabe lo apático, solitario y desganado que soy.

Puede ser que en un momento más adelante encuentre al tal Jesús.

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