Es mi padre.
Fué en un retiro que tuvo mi padre en días anteriores. En eso de un domingo mi mamá me levanto temprano, me dijo que si no me levantaba me iba a echar agua fría en la cara. Y pues, así me levanté.
Desayunamos rápido, agarramos el urbano para llegar a la condenada misa de las 10. Ese día fué frustrante, me eché dos misas sin querer, obligadamente. Al final, después de tantas misas y retiros a los que a arrastraderas me dejé llevar por respeto, el ente tan gélido se tornó blando, pero no tanto, una vez más. Dejé que me abrazara un ser con demasiado corazón y entrega que me atrapó, me cobijó en un abrazo. Ese ser era mi papá llorando dramáticamente. Estábanos mi mamá y yo mero, la oveja que se torna más negra con unas que otras manchas blanquillas.
Me dijo, se refirió suplicando:
-Perdónenme -de qué te tendría que perdonar yo?-
-Beto, tienes que dejar entrar a jesús en tu corazón hijo- Yo no sabía que cara poner, ni que decir. Sólo dije: está bien papa.
...Yo sólo sé que "no sé" en que creer. Esta vez su llanto se había vuelto ya nada en mí. Es mi papa! -dije-, él es de tan buen calibre de corazón que le ablanda cualquier cosa. Llora como yó lo hago. Pero lo quiero. Le tengo sumo respeto tanto a él como a mi madre, jamás los ofenderé con mis actos. Obedezco -pero no en estas cosas-.
Es de saberse que sí creo en Dios, pero no en la religión, de ningún tipo. Es de saberse y de suponerse que cuando mi hermano Jehú lea esto se desilucione, o tal vez nó; creo que ya me conoce muy bien. Creo saber que sabe lo apático, solitario y desganado que soy.
Puede ser que en un momento más adelante encuentre al tal Jesús.
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