sábado, 26 de octubre de 2013

Ochenta Octubres.

No era celoso, nadamas le preguntaba a cada rato a dónde iba, gota por gota. Llegaba a la esquina de siempre, como el norte por eso de los meses finales de cada año. Y decía, proyectaba un viento por fuera, que quizás era el aura, y pensaba en la piel que ya no iba a tocar jamás.
    Una vez, la vida le dio la oportunidad con el ron entre las manos, su piel endurecida y su mirada le pidieron muchas veces, en tantos encuentros cercanos de alma a alma, sin tener que tocarla... lo que en muchos años no se atrevió. El tiempo ya no lo sabe, tan sólo oscurece, después está la noche y sus nubes pasan velozmente.
 -Fue un día con brisa, y adentro el agua que escurría por la llave, sobresalía, caía en gotas llenando la cubeta, se oían las gotas como si cayeran del tejado. Pasaba el tiempo y se hacía fresca, después fría, muy fría. Había un punto esperado que llegaba en el día nublado, con el viento que tánto le gustaba. Le agradaba porque le hacía encender lámparas de petróleo, después de  la ida y vuelta de los centros, en donde sólo a tientas buscaba en unos ojos su café de grano. Era caminar entre navajas, un día más. Pero no lo conseguía ni quería conseguir a alguien más. Negando la realidad siempre, la realidad que en verdad es eternidad siempre. Sin embargo, no era común, le gustaba que nadie se diera cuenta, la celaba tal cual tipo raro y posesivo decían, detestaba la vida contemporánea.
   Que poca visión tenían ustedes ya!.
 Era una cerradura, una puerta que siempre estaba ahí, por la que siempre pasaban rozando, las cosas eran baratas por aquellos rumbos; tánto, que no se moría de hambre. Y si fuera tan así, que estupidez. Cuántas veces, cuántos días puede contar sin que sintiera alguna estación de los tantos años?. El azul que siempre gustaba de ver. A ella no le podía decir otra cosa, no le podía hacer cambiar de gusto, pero así le gustaba, loca.
 No me gusta el sitio de este lugar, no frecuento mucho, pero estas tú. Como la últimas hojas de un periódico. Porque tan sólo leo las hojas llenas de letras, esas de hasta atrás. Sin querer te conquisté en cuerpo y alma, puse mis manos sobre tu cintura, y tú el dedo delante de mi boca. Eso era angustiante, llegando casi al cielo, u otra cosa inmensa, infinita y hermosa que se le pareciere.
 Solían como pocos solistas cautivar, un orgasmo de bienestar juntos. Pero, buscando la palabra adecuada, solían ser droga de duración infinita, con el clima grisáseo o azul, unos días opacos, y luego "apagados", entre comillas,  el mundo a principios envuelto en moño para un mundo en dos mentes. 
   Se archivaban los papeles, con firma y sello de calidad humana que se reflejaba a leguas. Era imposible no percatarse de aquello.
  En algún tiempo los sillones los movía solo el viento, ya en la plaza no se les veía recargados. Una sábana, dos, hasta convertirse en calor puro. Ahora es el café que poco a poco se enfría a tiempos muy lentos, a deshoras... a destiempo.
 Recuerdo, desde que tengo uso de razón, la primera luna de octubre hasta el último día que estábamos juntos. Así como punto y coma. Con los decires de aquellos ayeres que bastante carga tenían en nosotros, los dos polos de la vida. Olían el aliento de cada quien, los dos tan juntos; sí, no  hagan caso, eso ya era delirio de él. Pero sí, eran los pasajes, los semáforos y cambios de clima en los miradores.  Una ciudad, el fin,  el costoso boleto a la ciudad/pueblo idónea. Se nos pasaba que teníamos que apagar... no sé, cuántas cosas que no tenían importancia. 
 La pasaba así, como si fuera yo, jadeante a las dos de la mañana en algún lugar de aquí. Ya va a amanecer  el mundo real sin el peligro de la buena vida en sus ojos. Oigo el "sshhh" del viento a través de barrotes color folder, frío seco de ciudad, como Puebla. Aún, "aún" de tantos, aguantando el tiempo simple, sin azúcar. Pero deja éso, todo será alegría después. Espera el mirador,  las aguas frescas en verano y las paletas en el termo.  Con postre y cajeta, el hambre no mata. Lo que mataba era la distancia, diré.
 Sobrevivir, con nada de nada, soy el punto y aparte, lo que no se quiere seguir redactando. Oía de nuevo "las flores no me dejan verte". Y sí, no me dejan verte por este corto tiempo que es tan apático. Pero ellos dicen que es todo lo contrario. A veces me pregunto, tan alegres son que se la viven de fiesta todos los días?. Y cuando están solos no se soportan.
     En éste momento, son tres épocas, tres periodos de tres docenas de años cada una. El pasado en tus ojos, con tu par de pupilas con ese mismo tipo de droga desconocida. Había dentro gente con la vida de la buena de su mano...lo juro. Pero deja el término "droga". Era la cosa más destructiva para el odio y lo deprimente.
    En el presente... "tan sólo es un mes más , un octubre, un viernes, y yo andando despacio, varios  días  sin hablar. No faltaba el consejo del día... escuchar siempre la misma reflexión /canción o melodía que viene siendo lo mismo. "El himno de la alegría", "hoy es un nuevo día". Es polvo, ya es música con reflectores apagados. Pero sigue siendo música.
   En el futuro se volvería loco -más de lo que está-, dentro de una habitación. Viendo el sol salir, más bien, su poco resplandor detrás  de los riscos, una estafa para los ruidosos. Sobrevolaba allí mismo, tras las cortinas. Su ubicación: inexacta, desenfocado, cansado del esfuerzo y con el dolor en pecho por sonreír. Y dice él: con el otoño que no es otoño, en éstos días actuales, de temporada fría y seca. Estás aquí, en el lado bueno de lo queda de mi vida. Caray!, imagino el frío adentro, y de tanto que te imagino con éste tiempo el clima cambia. Se hace noche y tus oídos sabios que escuchan arriba, mucho más arriba del techo duro y frío, el discurso de tu belleza rara que vivió parte de su existencia con otro ser que vivió debajo de la tela que cubría su piel.
    Me pregunto con la saliva en nudo, apretando las manos que tiemblan de tal manera con la que hablo: Qué murmuras? Sólo oigo tu susurro en el viento en la cumbre. De ahí, hasta que en la noche fría, encontré nuevamente en las luces del poblado la quietud en un día del calendario, el viento rozando la cara nocturna de la ciudad. Bajo, y vuelvo a casa despacio, fuíste una de las mejores  noches.

Ya casi te alcanzo.

Después dormir, soñando con frío.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Esperanza

Está el día apaciguante pero no salí a buscar a nadie porque no quiero perder el encuentro de todos los días, conmigo mismo. Sí, lo sé. Es ir y venir, subir y bajar los escalones deslizando mis manos para que mis pasos sean firmes, sin tambalear entre los pasillos, sin la necesidad de cojer el mango negro de mi mochila para que mis manos no se comporten nerviosas como mi conciencia, aún así estando tranquila. Éso para mí es un estado extraño, un estado de seguridad que no va conmigo. Soy inseguro, inseguro de que si me saludas  de la manera acostumbrada es por lástima o porque en verdad eres así, o porque sigues la misma costumbre  que los demás.  Y más aparte de eso, en una ubicación exacta, un punto de encuentro al cerrar la puerta, dos nortes que se encuentran inóspitamente, ahí me encuentras.  Es inusual que una puerta de entrada se azote, es atraíble el retazo que cuelga de la cerca, y más aún, cuando te encuentras en plenitud. Tienes que verlo así: un invierno a punto de llegar o una tormenta. La tormenta que es en verdad una tormenta; sin viento no hay tormenta, no sería otra cosa mas que lluvia. Y la lluvia apacigua, la tormenta revuelve la conciencia de pocos; pero ambos son momentos en los que más confortable  entretejo el pensar.
   No sería yo, un fragmento de los silenciosos que aunado a los errores y horrores persisten y esperan que en frascos capturen una por una de sus "esperanzas". Les quema la piel el poder, se sonrojan y se cuelgan de un platillo de la balanza para el equilibrio de cada una de las maravillas en los cabellos de mujer o en las madrugadas con en sol atravesando los barrotes, en los pensamientos, en el sueño, en lo húmedo que es la lluvia dentro de uno después de lo afligido. Desde la ubicación de mis pies en la aventura desde mi infancia, hasta la juventud adulta en la que estoy. No sé donde estaré, pero algún día estaré ahí, la veré entreabriendo la ventana de un cuarto, tanto a esa soledad o a la otra en soledad, o como se llame, entre su vestido celeste tapizado de fotografías; que vienen siendo momentos de disfrute, inocencia, manzanas tiernas, maduras y tiempo después, tersando la piel mía. Amo los vestidos, lo formal y atrayente. Como en el rincón de las cajas,  donde se guarda el abrigo para el sereno de las mañanas en los meses de enero, el frío que obliga a tapar las entradas y cocinar para calentar las manos en un cuarto. Se aparecerá después de la crónica que no escucharé por mi hipoacusia; porque así le hago, para no sangrar. Seré yo así: estaré totalmente abstraído, y la culparé por haberme distraído, por haberme mirado.

Bendita esperanza.
Hoy y siempre, la esperanza me sonríe ahora. Por qué no? Para todo hay esperanza. Y de la mano de ella, la solución. Para todo.

   Hace apenas un mes me dijeron un "ya no sigas". Pero yo sigo. Siempre sigo, el viernes 13 lo fué para mí, lo fué por primera vez, era un "no sigas" echando todo a la basura. Ese día estaba lloviendo, la lluvia arreciaba cada vez más, y yo temprano llegué. Pero a eso de las 9 y tanto de la mañana ya sentía un temor en aquel lugar, la saliva se me hizo un nudo en la garganta, ese mismo fluído se hacía cada vez más fuerte, como la lluvia que caía y que arreciaba más y más, aquel día de punto y aparte. No, el día no estaba así por mí, ni por ningún ser humano, no era para justificar mi agonía, mi rechinar de dientes y sollozos entre las lágrimas que empaparon mi sudadera. Sin embargo, fué un hermoso día,  a pesar de todo. Aprendí una lección, ahora hago caso de ese llamado. No fué para mucho, es lo que digo. Repaso y repaso, estudio y estudio, entiendo y  cada vez me rectifico  más. Ahora me preguntaré dentro  de estos meses que vienen: A dónde voy?

Me importa más ahora cambiar de fondo, será preparar el desayuno cada vez mejor: Hot cakes o ensalada de fruta. Valoro el tiempo, valoro lo completo y sano que estoy. Me alegro del dichoso sermón de mis viejos, de Consuelo, y de mis pocos cercanos. Ahh sí! Consuelo fué un pedazo de sí, cuando se recargó tantito sobre mí... por primera vez. Gracias.
 No, no estoy sólo. Sólo está quien no se encuentra entre éste andar corto. Mi libreta sencilla ahora guarda unos textos con poder que ahora, en cada acción, en cada peculiar saludo, lo aplico. A ese poder, le llama mi viejo: "amor".

Esperen relatos de poder extraños por crear.