jueves, 29 de agosto de 2013

Placer, placer fluvial.

Estaba sintiendo y dejándome entibiar la frente en un cuarto, un inquilino yo. Por que hay lo que parece ser un sabor a pan recién salido del horno, humeante, la lluvia y el viento como humo, afuera y adentro, afuera se entanca el agua, adentro se estanca mi mente en esto. Ese, el tiempo que es de mis tiempos, una polilla que se mete en mi cuarto, encontró refugio. El tiempo al fin, encontró a alguien -de los pocos- que le dió uno de los pocos agustiantes refugios, en el cálido papel, allí se quedó su alma. Una, dos , tres cachitos arrancados del pan, el azúcar que parece gotas gélidas sobre el manjar, como gotas resbalando por la ventana parecen, bajando por lo oblicuo de sus ojos, así se les ablanda el sentimiento a los afligidos y se les amarga el sabor a fruta en la sien a los optimistas frustrados en este hermoso día. 
   La lluvia, la lluvia! No se esperaba así, es tormenta y no lluvia. Tormenta, al parecer, eres playa, sombra y sol para los amantes surrealistas que plasman a sus amores en estos tiempos. Los que llueven sobre otros en silencio, a veces arrecian, los mecen, les arrancan y los libran del lugar donde sufriendo están, les hablan al oído, les susurran fuerte, muy fuerte. Tan fuerte que se encadenan, tan fuerte es el viento de él a ella, de ella a él, y de ella a ella. Bailemos, somos dos complementos, dos elementos agua, placer fluvial, líquido.  Sombrilla para qué? tu girasol se quedará sin sol si te tapas. Eso es para los enfermos. El café, azúcar, canela, lácteos, panes y más panes para el día.
   La cama está temblante y tendida, se les quitó la fiebre, tienen el deseo de  otra fiebre, la fiebre de sus cuerpos en la cama.

 Por qué si sabes tocar piano no lo tocas? Si  tienes alas para escapar y sentirte humeante, por que no escapas?. Saber dirigir con tus manos una orquesta -improvisada-, la orquesta que se oía afuera; adentro, entre la tabla se oye él un tanto absurdo, absurdo porque el escribir cosas, tiempos y al parecer un mundo que él mismo entreteje, es un pasatiempo, sólo eso. Pero no puede ser así, lo inesperado llega en las horas inesperadas, en un café, en doblar  la esquina, en el servicio, en sus viajes cada quince o veinte días, en la papelería o en el -para nada frecuentado- Italian Coffee.

Hay vida, ay vida!!!

Es noche y se pierde el tiempo. No puede pasar el tiempo sin roze, llevan mucho tiempo pensando arreglar el cuarto, quitando con paciencia y felicidad esperada las escamas de pintura vieja. Sentir, querer, deseos, cuerpo sobre cuerpo, transpirar el aroma de dos secretos.  Hacer tocar la luna o seguirle, darle la amnesia de sus labios en fuertes dosis, llenarle de bienaventuranzas  el vacío vaso, hacerle sentir eso, "eso" que se resume en éstos hermosos...actos.

 Mujeres, hombres, en especial dos, una pareja, dos o tres; los otros no saben el punto. Toque su boca, llévela susurrándole, hay agua estancada, una casa o un cuarto, después un perfume neutro inusual, de dos exhalaciones, un aliento apaciguante que mutó de lo que se llamaba soledad.

domingo, 25 de agosto de 2013

El fogón.

Está lloviendo aquí! Las cobijas llaman al acogedor sentimiento que emana y  cubre la piel de tibieza. El día no está para dormir, el día está hecho poesía para mí. Y quiero plasmarlo en unas entradas.

Les comparto este texto -que no es mío- cargado de paz y serenidad de tiempos aquellos, que sí existen; aunque se encuentran olvidados. Con una imagen en el que se reproduce lo que hay en el texto.


EL FOGÓN



Canta el gallo entre los nopales cuando el cielo se pinta del azul más frío, casi gris, se abren los ojos, sólo un poco porque pesan, las cobijas en el campo suelen ser menos suaves y más acogedoras, otros gallos cantan a lo lejos y el ruido de voces de niños que madrugan obligan a despertar.



Es fría la ropa que te viste, hay que caminar lento de la cama a la cocina, al fogón, que se encuentra retirado y separado por un patio, siempre un patio, y en los pulmones, nariz y mejilla se siente fuerte y claro el frío como invitación a continuar caminando, pero antes, es preciso enjuagar el rostro con agua fría de una tina a mitad de ese patio, delicioso sufrir el hielo líquido que agudiza los sentidos al contacto con la cara.


Gallinas y guajolotes rascan en la tierra, se persiguen entre ellos por la disputa de una lombriz,el humo que sale por encima del techo, desde el fogón anuncia que se están haciendo ya las tortillas.

El fogón, el cálido fogón, sólo quien estuvo ahí conoce el verdadero placer de un despertar, de un invierno y de un amanecer juntos. Es pequeña la puerta que conduce al fogón, si fueses ciego sabrías que entras a el por el sonido que produce el choque de la masa contra las manos de la abuelita, y el sonido de la leña que truena siendo consumida por el fuego, seducido por el aroma a tierra, a vapor de leche y a humo buscarías un asiento y lo encontrarías cerca del calor, justo donde los olores se mezclan...

Café con leche bronca y dulce invitan a tomar un pan y acompañar el desayuno, delicia total, es de agradecer en ese justo instante las condiciones que rodean tal manjar, las tortillas, el queso, la salsa de molcajete, el frío que no permite calentar los pies, lo gris del cielo y el llamado de los guajolotitos a su madre hacen estremecer, el viento que sopla entre los árboles y como se mecen estos, el canto de los pajaritos, ¿hay paz mas grande en este mundo?...






Encontrarán mucha cultura aquí, la página se llama "Tlacaélel", se encuentra el facebook.








jueves, 22 de agosto de 2013

Fase analítica truncada.

(Estando en la facultad de bioanálisis). Por que me sucedió esto?. Tesis truncada, la trunqué por mi propia voluntad. Nadie me obligó. No voy a hacerle todo el trabajo a un vividor, un "gran" vividor que se hace llamar Genetista. Ése al que le alaban entre aplausos, alagos ciegos, si vieran como no sabe enseñar el señor éste, con su serena calma para hablar, como para amansar y agarrar de gato a uno. Pensé que iba a ser una gran inspiración. No fué así.  Empezaré de nuevo mi tesis con alguien que sí me eche la mano. Tanto tiempo arrumbado allí, éste wey ni se asomaba a ver cómo iba. Vaya! Creo que sí sé por qué me pasa ésto. Es el karma, lo sé. La huevadera es mucha, el empeño es poco también. 
 Como algunos decires de por ahí: 
 Señor, qué hice para merecer estoooooooooooo! -así con angustia y todo el rollo del sentir-. Ah, sí, ya me acordé.  :/

-Lo siento gilberto, pero ya no te puedes dar de baja en experiencia recepcional- Eso me dijeron. Ni modos, pediré dos periodos, y ahora sí, ahi me verán en la trabadera lunes, martes, miércoles, toda la semana, la coca cola a media noche, las referencias bibliográficas trolls y toda la onda. Mis ojeras! ohhh no. Pero de algo sí me impresioné:... subí 3 kilos, bueno, más bien, dos y medio. Y quítale medio kilo del pantalón, de la truza -boxer- también jeje. Eso significa que no competiré con niños en el torneo cercano de Judo en Toluca. Pinche bullying que me harían. Trauma, trauma!. Salvado!.


jueves, 8 de agosto de 2013

CANTOS DE GLORIA EN TIEMPOS ORDINARIOS

Y voy a los presuntos mandados sólo para encontrarle, entre peticiones, entre favores, entre las muchas gracias, entre los pasos tan distantes, entre las manos haciendo algo o sobre el cristal. 

Apenas y empieza el día, empieza mi espera y osadía. Te escribo porque me "gustas". Mi mirada a encontrarte se arriesga a buscar entre los segundos en los que me paro frente a tí.  Siempre se te ve sonriente, tarareando la música y toqueteando con las yemas los cristales al ritmo de ellas. Y se siente la pesadez del cielo encima en los que días que por simples excusas encuentro su rostro entre tanto valle hermoso. Y en cada ida de las que en esos escasos días  existió el: busqué el vernos ojo a ojo por esa transparente puerta. Alcanzo a  verla y sonrío. Es de saberse que me envuelve una sábana en plena lluvia, como esas gotas resbalando por las mejillas rojas de pintura. Qué tanto me puedes gustar? o qué tanto yo le puedo por si acaso, gustar? Quizás sólo es para los dos eso: "gustar". Pero lo que realmente me importa -y que me importará en días- es que estuve  realmente sobre el cielo, sí, entre tantos colores, de tantos cielos. Se imagina hasta dónde puedo uno estar?. Pues ya se lo dije, es de creerse, de razonarse, que los supuestos "universos" que tanto hablan por hablar muchos no los llegan a ver; puesto que lo más alto que tenemos a observar es el cielo: azul,  medio azul, medio gris, medio nublado, medio anaranjado por la madrugada; pero no más.
  No dude usted; yo la encontré porque la busqué entre tantas peticiones de recargas o de otros productos más. Me imagino a ciencia cierta los conceptos que tienen los demás de usted": hermosa, bonita, coqueta, deseosa, unos que otros conceptos lividinosos, etc. Pero eso tampoco importa. 
 Mire que me gusta por gusto sufrir. Como mi estancia se encuentra a 50 metros... las miradas de lejos no me pueden servir. Para eso me queda esperar largas pausas de tiempo, salir a cada rato en el curso del frustrante día, de las horas y el cambio del tiempo verte -tan necesitado yo- pasar rosando la banqueta de la calle y que pueda yo hablarte naturalmente, buscándote las pupilas,  sin parpadear. Y por si acaso, debido a las cosas prolíficas que pienso tengas adentro: me puedas solo un poco, un poquito sonreir. Eso sería serotónicamente empalagoso, aventarme, amarrándome de mis deseos... dulcemente estar surgiendo de entre cenizas de la buena leña. 
 Ahora que cuando escribí esto acostado estuve. Sabrá usted que estaba fuertemente lloviendo. Yo, procurando un sublime sueño en el dormir. En eso, otro curso del hemisferio izquierdo de mi cerebro me llevó a agarrar el lápiz y transcribir. Con la lluvia en la otra parte de palma, de lámina, dentro de  mi casa. Creo que ya se le subió el entender de cómo se siente estar así, más que confortable tiempo que llega, se sacia un suelo ansioso, deseoso.  En eso estaba vestido con suave ropa, a los lados las ventanas cuadradas, un ropero con olor a madera o a biblioteca con selectos libros que a ratos leo, y un par de sábanas cubriéndome de pies a cabeza, dejando que las cortinas de las ventanas erizen por las princas  a uno hasta comenzar la vereda de un sueño que inicia con un buen sonreir. Un sueño sin tener sueño, sin poder cerrar los ojos, por qué los querría cerrar?.

 Una intuición sabia y verdadera dice que sales por las tardes noches muy acompañada. Le cuento que apenas y salió usted –en un cierto día- y ya se oían los murmullos y los chiflidos. Ése momento que forma parte también de su mundo de paseos, de optimismo y risas con sus amigos, familiares y  conocidos que la pretenden; de sus encuentros de esquina a esquina con miradas de gusto y perversas. Y a mi sentir, en lo hondo siento que me aprietan bastante por ir a verla. No me pierden los ruidos, ni las voces, ni las habladerías de la gente ni de los comercios. Pero en sí, ando perdido en miradas que se oyen a mañanas con cobija y neblina bajando afuera. Enrollado de una punta a otra, con bastante alegría de un son del corazón de la mezcla de las distintas danzas a flor de piel. Y de noche la mesura, el placer, en el misterio de los íntimos hemisferios de una niña, languindeciendo yo de una punta a otra. Alguna vez por un momento, o quizás largo tiempo ha sentido eso? no lo dudo.
    
 Yo Cada que salgo a tu encuentro, llego, me paro delante -cómo pocas veces lo hago- delante suyo. El no arriesgue sucumbe delante una inocente mente, la cual, es la de usted. Mis labios realmente se paralizan, y es que usted creo se imagina por lo bonita que es, por lo que causa. Hace que mis sentidos salgan corriendo, entonces mi espíritu se queda a chispa de corto circuito en nada. Desconecta usted la razón de un reprimido corazón; entonces inhalo una de las más puras fuerzas… el olor a silvestre, el olor de la cercanía de un manantial que usted ya ha de saberse. Y porque usted me prestó la mirada repentina una vez, entreabrió sus ojos, y fijos, me consumí.
  Una niña con su nariz redonda, con el arcoiris dibujado, con una mueca en forma de "D" invertida, con su fleco de lado y lado,  el punto luminoso de sus ojos, un par de aretes a medio describir, el rímel, sus haceres; estas cosas que  influyen en sus facciones tersas de medio cuerpo para arriba porque justamente se encuentra detrás de un vidriero con productos de belleza, de dos a tres días a la semana la veo allí.
 Tampoco es como me la encuentro, no es sólo su belleza exterior. Es la manera en la que le sonríe a uno, apuesto que a todos sin discriminar. Se porta usted -puedo asegurar- sin creerse la gran cosa. Y es que a mí sólo me pasan las cosas de un trago excepcional. Es seguro el no arriesgue: el amén de cada día.
 Y que yo sonaba a cantos de gloria, que hablaba con usted, que aprendíamos de otra muy diferente, -aún con el hambre que hay en todo el pueblo- manera a coexistir. La canción de la melodía encadenada -sí, encadenado-, la canción de la almohada, por ti volaré, lady in red, la mujer divina con el golpe pausado a puño cerrado en guitarra. Ni tengo idea de cómo sea verdaderamente usted, y ya la le formulo. No se puede pensar mas que en la primera impresión en la que me quedé al verla. Como el lápiz rayoneando, no batallo para siempre pensar en ti, en mucho recordar y recordar su encantadoras comillas, una en contra de otra, con su sonrisa dentro de ellas. A veces no puedo por más que quiera, hallarla en un realce de mirada porque la suya ordena a su mente hacer el favor que le piden.

Hay tanta costumbre mala allá afuera, tantos hombres y mujeres de buena fe. Que actúan por sólo el instinto de ser creyentes de buena fé. En donde es común una tele infectante en cada piso de repello, en vez de un vistazo a su desprestigiada cultura detrás de los cerros. En donde ahora los chavos repudian el orgullo de hablar un dialecto. Yo no me puedo para nada expulsar su rostro, el cual, me hacen de la idea que quiere la ascensión o libertad, ésa de abrir los ojos, de ver más allá de la encantadora, pavorosa y cegadora realidad, de lo cotidiano, del vaivén de una encadenada juventud, de la pesadez de los mismos objetos volteados, distrayendo en cada acción de la hermosa vista de un cerro con faldón azul. De la estúpida idolatría que tanto se le tiene a lo que se dice “suerte”. De que si alguien lograra cautivar a otro alguien es cuestión de la suerte que éste tenga,  de que si toca bien o mal es su suerte. Quizás me equivoque, a lo mejor no está deshabitada.  
    En unas manos -sin tener la intención de que piense que son las mías- puede usted especular a parte de la edad lo que en uno está presente, de la emoción, de lo subjetivo, del reflejo de un pensamiento entre lo simple o ambiguo, de algo nuevo al paladar. Y es que es tan simple la situación hoy en estos días, que todo se ve como un objeto de deseo, no existe nada, lo que se dice nada". Es tan vago como  verlos decir sin carga:  "te amo", "eres mi vida", "te quiero y te deseo". Piensan, hablan y sienten tan poco, a veces ni lo primero hacen, es inconsciente costumbre. El "te amo" es una palabra cargada, de mucho peso.  Y si no es así, si no la cautivan así, vaya usted pidiendo la cuenta al mesero.

Usted anda sin prejuicios, yo sí. Usted está llena de dulces de piñata, llena de optimismo, llena de positivas palabras que se multiplican día con día, en cada salida, en las noches a escondidas.

No es cosa nadamás de andar juntos  columpiándose en un parque. O quizás subir las escaleras, ocultándose de la muchedumbre  - que escupe salivazos de fuego sobre su, mía, sus carnes-  en un kiosco.  Es algo más que tardes o mañanas juntos compartiendo goma de mascar en los columpios dándonos de besos, de besos sobre las mesas de piedra, de besos entre los albures, al cáliz, al vino del amor rindiendo honores.

Lo días que me quedan de este mes. Me la pasé en perfeccionarte, deslizando, puliendo entre el olor a madera, lijando de borde a borde, la recina encima. Ando distraído, es un sube y baja, como si ya necesitara todos los días de usted, como un bebedor compulsivo en cantinas de dulce, en vez de mala muerte. Por supuesto que eres ilusión de muchos, la llovizna que cala, el cigarro encendido para el adicto. Yo soy uno a usted adicto por un tantito de sí, de golpe la espera necesaria. Dulce mujercita.

Sueño día a día, casi noches enteras, para andar a tientas en valle, cerca del río. Sueño sin cerrar los ojos todo el día. Qué le digo si usted creo ya lo ha sentido alguna vez. Como el aroma de la sopa estando con harta hambre, el olor a jabón de manzanilla,  meter las manos sobre la ropa mojada en el día quemante, como recargar su cabeza sobre el marco de una ventana fría y húmeda. Amárrese a oler que se acerca la lluvia, y que usted respire el aliento de la tierra cuando se moje, y no sólo decir que viene la lluvia cuando el tiempo se lo muestre para que lo presienta.
   Tan callado, atrapado de pies a cabeza, de segundo a minutos, un mudo murmulleo de dos cabezas en un único sofa donde se esconden y se rozan  las miradas como los bancos en noches estrelladas de nochebuena. Quizás más adelante se me pase el influjo de la soledad que está por el plácido momento debilitada, amallada. Quizás sea sólo eso, ilusiones caras de la soledad en la que el corazón como raíz de  piedra, desesperado, que se agarra.  Más adelante, lo que menos quiero vocalizar es el no querer decirle ni un trago más.
   Agua de lluvia que sabe más cuando es limpia, como en la sierra. Desde los techos del mundo, en los coches o en las camionetas  las olvidadas tardes místicas están sin nadie libre bajo ellas, muriendo.
Por el momento la contemplo toda, pasa la noche, la estrañez de la capa de la piel con la mente en vela, sin el poder del querer olvidarla toda.

De toda palabra aquí escrita. Sólo le resumo que lo que conoce usted, yo, ellos y aquellos, es nada, que "amar es verdaderamente liberar".

miércoles, 7 de agosto de 2013

Un extraño olor a noche

Y no podía conciliar el sueño, entre-dormido, escuchando los ruidos de la noche, desenvolviéndome, a pecho desnudo. Daban las once, las doce, las doce y cincuenta, las una de la madrugada. El mundo rotaba, la noche casi pasaba, pasaba y abajo yo pasando de la cama al suelo. La puerta entreabierta, dejando el telón abierto a la mayor audiencia del teatro en que me encontraba, oír a quien no me escuchaba, sólo a la noche murmurante, al conjunto de papeles, los aparatos, el monitor, el ropero y la cama. Era el público muerto que sentía. Con mis ojeras naciendo, la pesadez de los ojos que se inmutaba ante una extraña sensación. Se cocinaba la planta que la llaman "huele de noche" -porque sólo huele en las noches- con los condimentos nocturnos de una memoria, evaporándose, esparciendo. Antes de eso no podía salir a la esquina del abarrotes de doña Lore por el azúcar; la bullería, la tomadera, la esquina inundada, la tormenta, él su sinónimo o antónimo. No se sabía cómo describir.
     El silencio entonaba con cada uno de sus pasos una canción diciendo, refractando, pidiendo, otra vez diciendo y esparciendo  amor. Y su piel tan tibia, pasándole las manos sobre la cintura, era la ruta que podía seguir río arriba, sin remas, hasta entrecruzar las manos detrás de ella, terminando de subir. Luego su cabello, sus flecos, desembocando en su boca, alejándome y estancándome de nuevo para ararle sus minúsculos surcos empapados, en el naranja, en su brillante, en su nutrido suelo por esa tarde color naranja. Bajo sus cejas finas, sus pestañas guardando  un estanque en medio de la resaca, sus ojos negros, la luna reflejada sobre las ondas del agua.
     Resurgía luego luego, entre los rines del tiempo, entre las piedras, impercatable de la vida, ella crecía. Y el silencio crecía y crecía, atravesando, entrecruzándose una y otra vez sus hebras, cada día, su dulce cuello, su cuerpo bello.  Como las goteras, las gotas en la cocina, en el fogón, cada vez mayores, altisonantes, como perfume de mujer en cada roce para suspirar. Él resistía las decepciones en los parpados, amarrando sus ganas de llorar en un himno de gratitud que lo quemaría dulcemente con la miel aguardada en su alacena.
   Él en las noches escuchando, luego la cena con el agua en dos situaciones, una en un mesa, la otra en el ambiente de afuera, leyendo cada una de las persuaciones que salían entre el aroma de unos cabellos recién mojados con shampoo para el encanto de un rato. 
  Sobre su pecho, sobre mi pecho. Luego la luz plata de la luna en la puerta, mi cabeza recostada sobre ella, parecían bendiciones de esas de domingo en las misa de la mañana, unión de dos consuelos, con el corazón sintiendo la percepción de los cielos en cada una de las doscientas y tantas células.

Acá, una canción para el sentir.


Carga de glucosa en el laboratorio de investigaciones.

Emilia y su preparación de del gel de policriamida, a su lado, unas flores de 4 delgados pétalos, de las que adornan en las calles, de esas con hélices anaranjadas que sirven para las dudas del "me quiere o no me quiere"; esos pétalos eran predictivos. Luego al mismo tiempo que platicaba con emilia, Martha metía sus delicadas manos color capuchino, con más leche que café, en un vaso que tenía al fondo una figura de foami de hallowen. Mi celular con el forro opacado, transcribía el momento en el laboratorio. Perceptia un olor a cajeta, provenía del otro lado, donde se daban las mordidas del postre, entre la química y la técnica. Marichuy se me acercaba, cerca, muy cerca, casi anteponiéndome su pecho cubierto de rayas verdes, de azul oscuro, hasta la curvatura de su cuello. De tez morena, pretendía alcanzar la vitrina, arriba de los peines, alcanzando no se qué. Como toda mujer, provocadora. Pero hasta allí, ella alimentaba su ego. Ahh si, me perdí erizado, los cálculos de martha y emily, esos castrosos cálculos. Toc, toc, se oía los golpecitos de la pluma azul que sostenía a mi derecha, pegándola pausadamente, una esquina, después la otra. La movía con nerviosismo callado al igual que las piernas. Cómo podría yo concentrarme! Etanol al 70%, Daigger Vortex genie 2, el nombre de un aparato mezclador, la solución para la PCR de julio preparado el 28 de julio del 2013.
  Ya tenía un hambre de perro, el Dr Lagunes llegaba, me saludaba de lejos, yo saludándole con un gesto, se iba. Mientras, el cerebro andante del Dr Vivanco felicitaba a la quinceañera de veintiseis años de emily. Por un momento, estando atrás de mí, puso sus manos en mis hombros y les decía: Ya vieron quien llego? El hijo pródigo, el que se fue sin despedirse. Martha y Emilia murmuraban. Cosa que ni prestaba atención.
 En la libreta de 200 hojas, sus apuntes, cachos robados de su vida social, martha, como toda niña, las tenía, con sus figuritas de colores agua. Sus apuntes, sus bitácoras, su nariz puntiaguda, el gateway  con dos teclas salidas, su cargador con falsos. Ella me contaba que no se había mudado de cuarto por cuestiones de dinero. Su ropa la delataba, su chalequito negruzco opaco, sus botas. Le comprendo, yo también paso por esas cuestiones, en todos lados se respira el smog de las cuestiones económicas-sociales. Unos no tanto como otros. El agua ciel al lado, el agua que debería darse como agua para enfermos, así, conteniendo casi nada.
Luego al último, dándo casi las 2, salió un pastel que no esperaba para el cumple de Emilia, nos reunimos detrás de un peine, todos los que estábamos en ese esperado momento. Tenía hambre, no podía ser más feliz. Partió el pastel de chocolate con tres leches y kisses. Karina, la bella karina, se paraba en medio de Julio y yo para la foto, no se por qué, pero predije su actuar. Pedí coca cola. Al final me despedí de emilia, con un palmadita en su espalda felicitándola -dándole las gracias entre mí por el pastel y la coca que no se quién compró-. Me despedí, ni me pelaron, muy en su platica ellos. 

Me fuí.
Servicio social.

Sí, ya regresé de vacaciones, de las vacaciones trabajando, obedeciendo. Apenas y me compré un pantalón de mezclilla. Gris, gris como yo. Empiezo con ganas, eso creo.
Apenas me inscribí en ventanilla, es que reprimió el sistema por ser rebelde de doble moral. Estaré haciendo mi servicio en el laboratorio del Dr Vivanco, ya falté 3 días. Desde el viernes de la semana pasada. Apenas hoy me presento, ya con la carta ya firmada. Vivanco me dará 10 créditos por ser esclavo de él, publicará algo en una revista. Haré mi servicio de 6 meses nadamas -y yo que quería la beca-, ventaja y desventaja a la vez. Ya casi no tengo nada que ver con la facultad, toy a medio año de terminar. Después buscaré trabajo en el ISSSTE, pediré traslado y continuaré con la maestría.

Una vez más, por última vez, daré muerte a la tesis del mal, muere puta! muere! Aunque salga un tanto quemado del cerebro. Hay nuevos vecinos en la vecindad, novatos, como algún día lo fuí. 

Aún no sé que es lo que me deparan en el camino, de las piedras en mis tardes, los chicles, las avenidas.
Yo trato de modificar el descarrilado tren. Al fin será un batalla ganada, lo sé.
La mecida de los zacates de limón.

Era muy de mañana en el trayecto a valle. Entre el camino...

La hierba, el zacate de limón, la mecida de la hierba con el roze de los camiones, el aire que suena y que las empuja, que las agita. El aire en el oído es belleza perceptiva, una de tantas bellezas.

Me fuí en la parte de atrás, pues era de doble cabina la camioneta. Mi padre conduciendo, observando, como casi siempre, el trayecto de tan frecuentado camino. Mi madre dándose de golpecitos su cabeza por que iba semi dormida, se medio despertaba en cada curva, en la sacudida de la camioneta por los negros baches. Y luego la risa de mi papa al verla cuando despertaba repentinamente. Su negro cabello ondulante, ella era feliz porque estaba yo con ellos.

Abrí la ventana para sentir el cosquilleo en la piel de las princas después de pasar un lugar en el que caía la lluvia. Pasamos Santa María, su faisán, las lomas de Carmen, la boca, su chinantlilla, la casa del primo Jaime, Cerro marín, el Valle.

Luego las horas de la mañana que se transcurrían rápidamente en el local, entre la radio, entre la clientela, entre las horas sentado haciendo los aretes. Rosa y Moisés, a veces haciendo algo. Como Rosa en la cocina haciendo lo suyo, el Moisés con poco empeño. Son buena pareja. Tal para cual, o puede ser que me equivoque. Sí, otra vez la espera que de en balde fué, el corazón no sentía nada. Ni mi mirada dilatada, sin ganas de querer sobresaltarse de nuevo. Haciendo los mandados, por la tortilla, por la comida, queriendo rozarle de lejos, por eso.




jueves, 1 de agosto de 2013

Una noche en Valle Nacional


Tomé un baño en casa de Moisés, un día en Valle Nacional, después de cerrar el local de la mercería, a eso de las siete de la tarde noche. Fue como a esas horas la salida al parque, con los ruidos de la entrante noche: esas noches de parque, de caminatas, de los juegos a oscuras, de columpios, de la misa de siete, y... 
 Moisés dejo me dejó encargado su short para ponerse a jugar en el torneo de fútbol del parque. Ascendí al kiosco, pasando, rozando a unos novios dándose de besucones. Ahh sí, la niña dejó de besarle justo en el momento en que rozaba paralelamente con ellos, para desviar la mirada y verme. Me miró, me contempló por un momento. Si yo fuera él, no sé que haría. 
 ...Recargándome del barandal despostigado y con mis muñecas enrollando el fierro frío. Mis ojos mirando abajo. Los esquites de la esquina, el carro de las hamburguesas con la música de banda incluída. Era el momento que esperaba hace días, yo sólo, ahí en el kiosco, sin nadie más, para ser espectador de una de las tardes que pocas veces he tenido oportunidad de verla. Más allá el Ometeótl Tezcatlipoca con sus nieblas cubriendo los cerros ante el panorama negruzco. Al mismo tiempo se despegaban las hartas ganas que se tenían una pareja, en sus besos, recargados sobre la delatadora tapadera de la blancura del fierro largo y triangular que cubre al césped de los impertinentes. 
     La luz estaba muy lejos, se opacaba. Perdiendo los detalles de lo que pasaba en el fútbol de la cancha, el ensayo de una danza regional que no conocía, los truenos callando al calor, los elotes azados, el baile de zumba, los decorados de las fiestas y el único lucero entre los nubarrones con grumos negros. Un olor casi imperceptible a hule me hizo recordar que mi abuela había ya tendido a esas horas la cama en donde iba a pasar la noche, porque según yo me iba a quedar en Cerro Marín, pero no me fuí. Me quedé en la casa de moi, pues era demasiado tarde ya.
 No había ni un piso que sosteniera el pesado cansancio de la vida demolida de los borrachitos, el aguardiante y el fuerte olor a caña en los ojos los hacía llorar. Como si estuvieran deshabitados, si, a lo mejor perdieron el brillo que cargaban en sus morrales entre las acostadas indigentes en la segunda parte del quiosco. Destilados por el alcohol sus condenadas penas, totalmente deshabitados. Los albañiles con su atrapa desgracias montada sobre sus hombros, entre las cucharas del repello, entre esas herramientas. Las rayaderas de los pubertos entre los tabiques, los tacos del mai en la esquina, los tu y yo ahorita que no nos ven, sus manos sudadas, sus pechos también, y la vida tan poco agraciada de Don Hugo. Así crecen sus historias.
  Y ellos se olvidan en sus modas, un tanto ridículas, de sus venideros tiempos. A ellos no se les escurre todito el corazón, qué soberbio soy. Sus almas son llenadas justamente por la vida de otros,  por sus malas influencias y sus conceptos, su nula suspiscasia por el entorno, naufragando en la superficie.
  
 Ella, más que palabras, ella es eso, belleza de pueblo, aunque alguien -y no precisamente yo- sabe si tiene las dos bellezas, paralelas o verticales una de otra. Uno tiene que soplarle, rompiendo la rutina, encendiendo el movimiento corpóreo y los labios provocando el aliento de vida, amor en libertad. Génesis con base en la infundición del alma espiritual.



   Y bueno pues, pues yo seguía esperando verla a esas horas. Sólo por el gusto de verla nadamas.