lunes, 10 de febrero de 2014

Salón de arte

Lentes cuadrados, bordes negros, el blanco atuendo entre el suéter oscuro. Lo único que sé es que me mira, de lejos, pareciendo que desde un ángulo de cuarenta grados, desde arriba, me veo reflejando al pensamiento que pretexta de ademanes significativos, de esos que hacen a la sospecha del gusto. Apenas latiendo, subiendo los latidos del corazón a lo ancho de su cavidad, que se encuentra en un estado absorto, inmensamente callado en la quietud racional de cualquier sexo masculino que siente, por no decir sentido, distraído, la ley de la atracción. La ley que muy pocos leen; y los que comprenden vienen ganando oportunidades.
  La libreta amarilla, el juego de los puntos, donde el chiste es que un oponente no de cávida y encierre en cuatro puntos al otro. 

Pues sí, su suéter verde oscuro, sus ojos tan oblícuos y delineados que se cierran y convergen en el punto de provocar, aunque no lo crea. Tirándole más leña a la lumbre, que ya tenía brazas enrojecidas, tirándole más y más en cada disimulo, en cada roze, cuando yo lo único que pretendía era fijar mi distracción y mis sonrojos que quería apagar con balde frío en las presentaciones. Pero no, se apagaban las luces, entonces todos quedábamos a semi-oscuras, a no ser que abrieran las cortinas viejas que quien sabe cuántas generaciones las habrán visto, cuánta suciedad semejaban, luego las infecciones nosocomiales que suceden tan a menudo. Pero yo empezaba con otro tipo de febrícula que no era una infección. Tal vez sea que le guste ser así, porque lo único que percibía era su aroma que con sus moléculas apagaban el aroma intra-hospitalario, el aroma que persuadía dentro de un ambiente de trabajo, en una hilera de mesas dando un forma de una letra "U" con papeles maché encima de esas mesas de trabajo que estaban dentro del salón de arte, que no semejaba ser de arte, puesto que no tenía referencia afuera, en la entrada del aula. Yo estando en la punta de la U, al otro lado de izquierda a derecha, una fila de gorros blancos.

Entonces yo pretexto de ésto para decir lo que siento. Fué un entumecimiento en el sonreír después de que había dicho palabra y media por albur a un colega, por no decir: compañero, de mi carrera. Fué eso después de que sentía frío cuando le bajaban la temperatura al clima. Todos cálidos, algunos semi, y yo solo pensaba en un suéter verde de enfermera, y ella tal vez en mi bata blanca?.

Cabe decir que estábamos chismoseando en una lista de nombres hace una semana, cada quien en una fila de acuerdo a su licenciatura, yo hasta atrás esperando la salida... Bueno, quizás no importe, tal vez esto se quede a medias tortuosas, muchas sorpresas, uno no sabe con quien se topa o queda. Entonces, en unos meses toparemos uno con el otro en los pasillos, entonces se darán actos de valor y para ese entonces de las desmañanadas ya lo sabrá,  aunque su intuición haga de su mente hacer lo contrario, con su mirada fija que no sé si sería una falta de respeto cuando lo único que se pretende es rescatar el lenguaje que cada vez más se pierde en el aparato de las llamadas y mensajes punzocortantes para los corazones que laten fuertemente, anteponiéndose ante la mente que no comprende de "pérdidas" y desamores. Duros golpes a las costillas. Miradas fijas que significan algo inusual para mí.

Ojos tan delineados y ojos tan brillosos. 

Son dos semanas, una semana que apenas sucede empezando el lunes, un lunes 10, contando, restándole 45 días a los 365 días del año. Lo único que sé por ahora es que pocas veces nos encontraremos, en un año que alenta ser rápido, con toda la cautela que se requiera para no caer de frente en tántos hoyos.

Estoy hecho un lío.

sábado, 1 de febrero de 2014

Lo que casi nadie...

Yo tirando de un lado de la calle, nervioso, con el estómago vacío de tal esperanza. Tal vez estoy equivocado, mi corazón bueno es más grande que esas ansias que pegan como animal cautivo. El mundo no es de los santos, no hay que ser bueno ni malo, hay que ser frío?.

Había tranvías, en lo que parecía ser una ciudad que casi ya olvida su alma. Tan flacos esos fierros, tan grises y corroídos. Vías baldías, lotes baldíos, áreas donde se ven pintadas unas letras "hazlo ahora". Sólo lo verde que cubría los escombros derrumbados de tanta burguesía, pensaba en ir al vacío, sin haber...

Silencios que ponían en jaque a los bellos de la piel, humectando el alma que se reflejaba en los labios mojados, queriendo siempre decir algo y no diciéndolo.

Pocas veces, de tantos momentos enjaulados, saco ésto, decía. Y es que las vías ya no pueden estar limpias, ya nadie las ocupa, si acaso es un tren que no carga ya poder en lo absoluto. Blanco y negro, ahí me quedé, ahí me quedé. Amo caminar solo, cuantas veces me lo han preguntado, en esos años de los mil novecientos y tanto.
  Las marías eran marías, las décadas eran décadas y no compromisos de estancia corta. Como el bello momento del alma en plena aventura de joven-adulto prematuro, de mente despierta y rebelde aún, revolcarse como niño en los juguetes, mugre en los pantalones, vocalizar como loco la parte de tu canción vieja y favorita que oyes y después te cansas y luego ya no la oyes, pareciendo ser que ya no te gusta, quedando solo el nombre, sólo su pronunciación, refresco de cola sin gas. Así son las cosas, así te voy a saber.  Soy el cansancio apagado en la cama, el brillo del lucero, la noche al olfato después del día que sacudió positivamente, y el placer en pequeñas temporadas, princas y horas que se evaporan, esos detalles que a veces se le da la gana al tiempo que soy yo mismo, porque el tiempo es mio. Llegan de golpe y sin esperar, tántos momentos. Están a la espera, aromas, olor a cosa nueva; aunque sintiéndolo más recónditamente, no necesariamente tiene que ser un solo nombre. Entonces, a lo que llamo tiempo generalmente siempre se me ha hecho pérdida, muerte de tiempo, un decir, sólo decir, sólo eso.

Miraba la lluvia que se escurría por el borde viejo y lleno de musgo de más de 30 años en aquel fuerte, cómo las gotas no se despegaban y te daban toda la vuelta, aferradas para luego caer, eran bellos en esos instantes de clases de física natural. Quería ser ese  sudor que bajaba pegado todo a tí tan descomunal; más que eso, quería ser la causa aparente.

Mientras, el tiempo pasaba. Yo se que no volverá.

Conforme pasaba el tiempo y decía: "yo no vuelvo", quiero llevarme en el orden cronológico el corazón que traes puesto...

 Sería un misterio de tántos, el poder revelarte, siendo una caricia de  tamaño tan descomunal, porque afuera, lo que hay en este mundo, es cruel para las "carnes abiertas", sería un misterio profundo lo que piensas, más en tí, que en mí. Menuda caricia. Porque te estoy diciendo todo y a la vez nada de lo que alguna vez quisiste oír...
   Que estoy hecho de pobredumbre, es eso, lo que quiero, lo que con gestos de desagrado se olvidará; más sin embargo, parece ser hermoso para los dolorosos. Pero solo son pichos negros, después pájaros azules, metros que se convierten en kilómetros y altitud, estados. Yo, la punta de una montaña, en el horizonte azulado. Desde ahí te miro, dormido, apacible, no te veo, nunca te ví, solo te miro, te miré.

Más adelante se entrecruzará de brazos, usted lo verá. Sucederá que dejará de ser aire intacto, se meterá en algún rincón que no lo esperaba, hierba que sobresalió para ver al sol que no tiene otro significado mas que "vida". Se cruzará de brazos, fumará con estilo, vestirá para la ocasión, cuajará en los días con sus escaleras contrarias, dando limosnas de entendimiento, será modesto, seguirá siendo serio,... esa rendija para ver el manto, y entre otros asuntos, además de hablarse frente a frente: diciendo que hago de ti lo que quiero, en los tres estados de un día, después reflejándote  por esa abertura a lo incomprendido, al campo de las estrellas, lo que casi nadie estupefacto hace, ve, lee, siente.

Cuando veas que ese ojo redondo tuyo, cuando veas que la luna te apacigue en la cara alentando gestos, ya sea por las rendijas, tu ventana o el cristal del no se qué, me comprenderás. Esa mancha oscura forma parte de ella, todo mancha oscura tiene encanto. Comprenderás que solo he nacido para mirarte y mirar de lejos, y sin querer a la vez que te digo ésto avanza el tiempo y me olvidas como olvidan las mentes encadenadas por el rumor cotidiano que tienen todos ellos. Así pasaré, tal vez minutos, porque el tiempo ya tiene paga. Pasaré y olvidarás... música olvidada. Hasta después si Dios quiere, después de tantos días andando con tus piernas algo desproporcionadas y divinas, con tu rebozo que nunca usas, en calles de figuras que siempre se desbaratan, que salgas y digas que "como pasa el tiempo" comprenderás.

Estoy día tras día en una fresca noche de verano en la mirada. Ni de mi estado, edad, ni de la condición de mis neumáticos para poder verte, ni de las tuyas, de nada. No me percato de nada

Hueles a madrugadas en valle con tazas cargadas de molienda, de furor. Hueles a humedad cerca del río. Cautivas como una punta de hoja de margarita. Sobre todo porque estás como ellas, húmeda de rocío. 

En días de alebrijes se le ve salir al sol imponiendo sus rayos sin mínima batalla para desaparecer a fuego lento la niebla de la noche que queda sobre pueblos. Pequeño como el conjunto de gente a esas deshoras, muy pequeño. Hay a esas deshoras tantos que se van encerrados a un reino mágico por el pavimento sin oler el clima, esas horas, ese tiempo que se les escapa.  Más alrato, por aquí y por allá hay gente amarrada del cuello, apretada, con su inocente ignorancia amallada. Pero Dios es grande, misericordioso, castigante y compasivo. Sale para todos, ellos creen  que tienen muchas llagas. Ella con su mirada de virgen que entiende la soledad cura -como a ellos- mis llagas. Así se siente, un algodón de azúcar, un vacío que llena vacío. Es mirarse entre tantas cosas vivas, sintiéndonos las más vivas por un rato de algunos días.

Hasta dicen que hasta briagos tú les hablas. Sus miradas vivas dilatadas, agarrados, vestidos de blanco, mirando otra cosa que es nada.