lunes, 1 de agosto de 2011

Por carretera

Tomé el autobús para retornar a mis estudios. En la terminal me despido de mis padres, subo y salgo de la ciudad. La tarde sale al encuentro, sentado en la ventanilla izquierda empieza un fluir de pensamientos mixtos, el sol a través del cristal se oculta debajo de  las nubes grises cargadas de agua; me impresiono con la estupenda vista hacia el horizonte. Veo ese enorme cerro azul llamado "cerro rabón", debajo de el, cerros pequeños. Cuentan los lugareños de la zona que en la cima de ese cerro hay indígenas totalmente aislados que guardan objetos prehispánicos de sus ancestros . Me quedo atónito al verlo, nunca en mis pasados viajes logre visualizarlo de tal manera. Empieza a llover y una sensación profunda de bienestar se apodera de mí cada que viajo con lluvia, me agrada la lluvia, a quien no. 
  El autobús se aleja cada vez más, y cada vez que se aleja el paisaje me parece tan extraño, los árboles cambian su follaje también. A través del cristal veo que  las gotas abren su camino a la  perdición y dentro de ellas fotos que cada segundo son historia. Una dama sentada mi lado me ve con cara de tristeza. Es la misma cara de tristeza que tiene mi madre ahora con saber de que ni uno de los dos estará ahora con ella; ahora junta su manos y su fé. Me pongo mis audífonos, me parece muy extraño que  el sol, oculto con una pizca de luz, no quiera morir  a estas horas de la noche. Nuevamente me pasaré la vida cambiándome de ropa, comiendo sin rutina, hojeando nuevos días y jugando una nueva partida.

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