Y voy a los presuntos mandados sólo para
encontrarle, entre peticiones, entre favores, entre las muchas gracias, entre
los pasos tan distantes, entre las manos haciendo algo o sobre el cristal.
Apenas y empieza el día, empieza mi espera
y osadía. Te escribo porque me "gustas". Mi mirada a encontrarte se
arriesga a buscar entre los segundos en los que me paro frente a tí.
Siempre se te ve sonriente, tarareando la música y toqueteando con las
yemas los cristales al ritmo de ellas. Y se siente la pesadez del cielo encima
en los que días que por simples excusas encuentro su rostro entre tanto valle
hermoso. Y en cada ida de las que en esos escasos días existió el: busqué
el vernos ojo a ojo por esa transparente puerta. Alcanzo a verla y
sonrío. Es de saberse que me envuelve una sábana en plena lluvia, como esas
gotas resbalando por las mejillas rojas de pintura. Qué tanto me puedes gustar?
o qué tanto yo le puedo por si acaso, gustar? Quizás sólo es para los dos eso:
"gustar". Pero lo que realmente me importa -y que me importará en
días- es que estuve realmente sobre el cielo, sí, entre tantos colores,
de tantos cielos. Se imagina hasta dónde puedo uno estar?. Pues ya se lo dije,
es de creerse, de razonarse, que los supuestos "universos" que tanto
hablan por hablar muchos no los llegan a ver; puesto que lo más alto que
tenemos a observar es el cielo: azul, medio azul, medio gris, medio
nublado, medio anaranjado por la madrugada; pero no más.
No dude usted; yo la encontré
porque la busqué entre tantas peticiones de recargas o de otros productos más.
Me imagino a ciencia cierta los conceptos que tienen los demás de usted":
hermosa, bonita, coqueta, deseosa, unos que otros conceptos lividinosos, etc. Pero
eso tampoco importa.
Mire que me gusta por gusto sufrir.
Como mi estancia se encuentra a 50 metros... las miradas de lejos no me pueden
servir. Para eso me queda esperar largas pausas de tiempo, salir a cada rato en
el curso del frustrante día, de las horas y el cambio del tiempo verte -tan
necesitado yo- pasar rosando la banqueta de la calle y que pueda yo hablarte
naturalmente, buscándote las pupilas, sin parpadear. Y por si acaso,
debido a las cosas prolíficas que pienso tengas adentro: me puedas solo un
poco, un poquito sonreir. Eso sería serotónicamente empalagoso, aventarme,
amarrándome de mis deseos... dulcemente estar surgiendo de entre cenizas de la
buena leña.
Ahora que cuando escribí esto
acostado estuve. Sabrá usted que estaba fuertemente lloviendo. Yo, procurando
un sublime sueño en el dormir. En eso, otro curso del hemisferio izquierdo de
mi cerebro me llevó a agarrar el lápiz y transcribir. Con la lluvia en la otra
parte de palma, de lámina, dentro de mi casa. Creo que ya se le subió el
entender de cómo se siente estar así, más que confortable tiempo que llega, se
sacia un suelo ansioso, deseoso. En eso estaba vestido con suave ropa, a
los lados las ventanas cuadradas, un ropero con olor a madera o a biblioteca
con selectos libros que a ratos leo, y un par de sábanas cubriéndome de pies a
cabeza, dejando que las cortinas de las ventanas erizen por las princas a
uno hasta comenzar la vereda de un sueño que inicia con un buen sonreir. Un
sueño sin tener sueño, sin poder cerrar los ojos, por qué los querría cerrar?.
Una intuición sabia y verdadera dice
que sales por las tardes noches muy acompañada. Le cuento que apenas y
salió usted –en un cierto día- y ya se oían los murmullos y los chiflidos. Ése
momento que forma parte también de su mundo de paseos, de optimismo y risas con
sus amigos, familiares y conocidos que
la pretenden; de sus encuentros de esquina a esquina con miradas de gusto y
perversas. Y a mi sentir, en lo hondo siento que me aprietan bastante por ir a
verla. No me pierden los ruidos, ni las voces, ni las habladerías de la gente
ni de los comercios. Pero en sí, ando perdido en miradas que se oyen a mañanas
con cobija y neblina bajando afuera. Enrollado de una punta a otra, con
bastante alegría de un son del corazón de la mezcla de las distintas danzas a
flor de piel. Y de noche la mesura, el placer, en el misterio de los íntimos
hemisferios de una niña, languindeciendo yo de una punta a otra. Alguna vez por
un momento, o quizás largo tiempo ha sentido eso? no lo dudo.
Yo
Cada que salgo a tu encuentro, llego, me paro delante -cómo pocas veces lo
hago- delante suyo. El no arriesgue sucumbe delante una inocente mente, la
cual, es la de usted. Mis labios realmente se paralizan, y es que usted creo se
imagina por lo bonita que es, por lo que causa. Hace que mis sentidos salgan
corriendo, entonces mi espíritu se queda a chispa de corto circuito en nada.
Desconecta usted la razón de un reprimido corazón; entonces inhalo una de las
más puras fuerzas… el olor a silvestre, el olor de la cercanía de un manantial
que usted ya ha de saberse. Y porque usted me prestó la mirada repentina una
vez, entreabrió sus ojos, y fijos, me consumí.
Una niña con su nariz redonda, con
el arcoiris dibujado, con una mueca en forma de "D" invertida, con su
fleco de lado y lado, el punto luminoso de sus ojos, un par de aretes a
medio describir, el rímel, sus haceres; estas cosas que influyen en sus facciones tersas de medio
cuerpo para arriba porque justamente se encuentra detrás de un vidriero con
productos de belleza, de dos a tres días a la semana la veo allí.
Tampoco es como me la encuentro, no
es sólo su belleza exterior. Es la manera en la que le sonríe a uno, apuesto
que a todos sin discriminar. Se porta usted -puedo asegurar- sin creerse la
gran cosa. Y es que a mí sólo me pasan las cosas de un trago excepcional. Es
seguro el no arriesgue: el amén de cada día.
Y que yo sonaba a cantos de gloria,
que hablaba con usted, que aprendíamos de otra muy diferente, -aún con el
hambre que hay en todo el pueblo- manera a coexistir. La canción de la melodía
encadenada -sí, encadenado-, la canción de la almohada, por ti volaré, lady in red, la mujer
divina con el golpe pausado a puño cerrado en guitarra. Ni tengo idea de cómo
sea verdaderamente usted, y ya la le formulo. No se puede pensar mas que en la
primera impresión en la que me quedé al verla. Como el lápiz rayoneando, no
batallo para siempre pensar en ti, en mucho recordar y recordar su encantadoras
comillas, una en contra de otra, con su sonrisa dentro de ellas. A veces no
puedo por más que quiera, hallarla en un realce de mirada porque la suya ordena
a su mente hacer el favor que le piden.
Hay tanta costumbre mala allá afuera,
tantos hombres y mujeres de buena fe. Que actúan por sólo el instinto de ser
creyentes de buena fé. En donde es común una tele infectante en cada piso de
repello, en vez de un vistazo a su desprestigiada cultura detrás de los cerros.
En donde ahora los chavos repudian el orgullo de hablar un dialecto. Yo no me
puedo para nada expulsar su rostro, el cual, me hacen de la idea que quiere la
ascensión o libertad, ésa de abrir los ojos, de ver más allá de la encantadora,
pavorosa y cegadora realidad, de lo cotidiano, del vaivén de una encadenada
juventud, de la pesadez de los mismos objetos volteados, distrayendo en cada
acción de la hermosa vista de un cerro con faldón azul. De la estúpida
idolatría que tanto se le tiene a lo que se dice “suerte”. De que si alguien
lograra cautivar a otro alguien es cuestión de la suerte que éste tenga,
de que si toca bien o mal es su suerte. Quizás me equivoque, a lo mejor no
está deshabitada.
En
unas manos -sin tener la intención de que piense que son las mías- puede usted
especular a parte de la edad lo que en uno está presente, de la emoción, de lo
subjetivo, del reflejo de un pensamiento entre lo simple o ambiguo, de algo
nuevo al paladar. Y es que es tan simple la situación hoy en estos días, que
todo se ve como un objeto de deseo, no existe nada, lo que se dice nada".
Es tan vago como verlos decir sin carga: "te amo",
"eres mi vida", "te quiero y te deseo". Piensan, hablan y
sienten tan poco, a veces ni lo primero hacen, es inconsciente costumbre. El
"te amo" es una palabra cargada, de mucho peso. Y si no es así,
si no la cautivan así, vaya usted pidiendo la cuenta al mesero.
Usted anda sin prejuicios, yo sí. Usted
está llena de dulces de piñata, llena de optimismo, llena de positivas palabras
que se multiplican día con día, en cada salida, en las noches a escondidas.
No es cosa nadamás de andar juntos
columpiándose en un parque. O quizás subir las escaleras, ocultándose de la
muchedumbre - que escupe salivazos de fuego sobre su, mía, sus carnes-
en un kiosco. Es algo más que tardes o mañanas juntos compartiendo
goma de mascar en los columpios dándonos de besos, de besos sobre las mesas de
piedra, de besos entre los albures, al cáliz, al vino del amor rindiendo
honores.
Lo días que me quedan de este mes. Me la
pasé en perfeccionarte, deslizando, puliendo entre el olor a madera, lijando de
borde a borde, la recina encima. Ando distraído, es un sube y baja, como si ya
necesitara todos los días de usted, como un bebedor compulsivo en cantinas de
dulce, en vez de mala muerte. Por supuesto que eres ilusión de muchos, la
llovizna que cala, el cigarro encendido para el adicto. Yo soy uno a usted
adicto por un tantito de sí, de golpe la espera necesaria. Dulce mujercita.
Sueño día a día, casi noches enteras, para
andar a tientas en valle, cerca del río. Sueño sin cerrar los ojos todo el día.
Qué le digo si usted creo ya lo ha sentido alguna vez. Como el aroma de la sopa
estando con harta hambre, el olor a jabón de manzanilla, meter las manos sobre la ropa mojada en el día
quemante, como recargar su cabeza sobre el marco de una ventana fría y húmeda. Amárrese
a oler que se acerca la lluvia, y que usted respire el aliento de la tierra
cuando se moje, y no sólo decir que viene la lluvia cuando el tiempo se lo
muestre para que lo presienta.
Tan
callado, atrapado de pies a cabeza, de segundo a minutos, un mudo murmulleo de
dos cabezas en un único sofa donde se esconden y se rozan las miradas
como los bancos en noches estrelladas de nochebuena. Quizás más adelante se me
pase el influjo de la soledad que está por el plácido momento debilitada,
amallada. Quizás sea sólo eso, ilusiones caras de la soledad en la que el
corazón como raíz de piedra, desesperado, que se agarra. Más
adelante, lo que menos quiero vocalizar es el no querer decirle ni un trago
más.
Agua de lluvia que sabe más cuando es limpia,
como en la sierra. Desde los techos del mundo, en los coches o en las
camionetas las olvidadas tardes místicas
están sin nadie libre bajo ellas, muriendo.
Por el momento la contemplo toda, pasa la
noche, la estrañez de la capa de la piel con la mente en vela, sin el poder del
querer olvidarla toda.
De toda palabra aquí escrita. Sólo le
resumo que lo que conoce usted, yo, ellos y aquellos, es nada, que "amar
es verdaderamente liberar".
El buen manejo del monólogo narrativo. Va como una carta que nunca recibirá la destinataria, destilando amor., hablando desde ese yo enamorado, pero que pretexta del amor por una mujer, para hablar de la manera de ser de las personas, en el amor, en la querencia por la tierra...se asoma un dejo rulfiano, claro está, en su natural modo de escribir. UN abrazo, parce. carlos
ResponderEliminarMe encanta lo que escribes, ese sentimiento. Creo que es la fase más bonita, cuando nada se tiene aún claro, pero el corazón se sale del cuerpo :)
ResponderEliminarMuchos besos.
Un sentimiento fuerte, un monólogo contigo mismo hacia una mujer a la cual atropella tú pensamiento continuamente.
ResponderEliminarEl amor es libre Gilberto en ello no hay duda.
Me ha encantado leerte.
Un beso
Efectivamente, amar es liberar, porque amar es la verdadera misión que tenemos al llegar a la vida, y cumplir con esa meta es lo más importante del mundo. Una hermosa entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarEse placer de leerte un espantoso día de sol y que parezca que el aire me está haciendo la piel de gallina... o es lo que has escrito que me pone así?
ResponderEliminarNo lo dejes nunca!