jueves, 8 de agosto de 2013

CANTOS DE GLORIA EN TIEMPOS ORDINARIOS

Y voy a los presuntos mandados sólo para encontrarle, entre peticiones, entre favores, entre las muchas gracias, entre los pasos tan distantes, entre las manos haciendo algo o sobre el cristal. 

Apenas y empieza el día, empieza mi espera y osadía. Te escribo porque me "gustas". Mi mirada a encontrarte se arriesga a buscar entre los segundos en los que me paro frente a tí.  Siempre se te ve sonriente, tarareando la música y toqueteando con las yemas los cristales al ritmo de ellas. Y se siente la pesadez del cielo encima en los que días que por simples excusas encuentro su rostro entre tanto valle hermoso. Y en cada ida de las que en esos escasos días  existió el: busqué el vernos ojo a ojo por esa transparente puerta. Alcanzo a  verla y sonrío. Es de saberse que me envuelve una sábana en plena lluvia, como esas gotas resbalando por las mejillas rojas de pintura. Qué tanto me puedes gustar? o qué tanto yo le puedo por si acaso, gustar? Quizás sólo es para los dos eso: "gustar". Pero lo que realmente me importa -y que me importará en días- es que estuve  realmente sobre el cielo, sí, entre tantos colores, de tantos cielos. Se imagina hasta dónde puedo uno estar?. Pues ya se lo dije, es de creerse, de razonarse, que los supuestos "universos" que tanto hablan por hablar muchos no los llegan a ver; puesto que lo más alto que tenemos a observar es el cielo: azul,  medio azul, medio gris, medio nublado, medio anaranjado por la madrugada; pero no más.
  No dude usted; yo la encontré porque la busqué entre tantas peticiones de recargas o de otros productos más. Me imagino a ciencia cierta los conceptos que tienen los demás de usted": hermosa, bonita, coqueta, deseosa, unos que otros conceptos lividinosos, etc. Pero eso tampoco importa. 
 Mire que me gusta por gusto sufrir. Como mi estancia se encuentra a 50 metros... las miradas de lejos no me pueden servir. Para eso me queda esperar largas pausas de tiempo, salir a cada rato en el curso del frustrante día, de las horas y el cambio del tiempo verte -tan necesitado yo- pasar rosando la banqueta de la calle y que pueda yo hablarte naturalmente, buscándote las pupilas,  sin parpadear. Y por si acaso, debido a las cosas prolíficas que pienso tengas adentro: me puedas solo un poco, un poquito sonreir. Eso sería serotónicamente empalagoso, aventarme, amarrándome de mis deseos... dulcemente estar surgiendo de entre cenizas de la buena leña. 
 Ahora que cuando escribí esto acostado estuve. Sabrá usted que estaba fuertemente lloviendo. Yo, procurando un sublime sueño en el dormir. En eso, otro curso del hemisferio izquierdo de mi cerebro me llevó a agarrar el lápiz y transcribir. Con la lluvia en la otra parte de palma, de lámina, dentro de  mi casa. Creo que ya se le subió el entender de cómo se siente estar así, más que confortable tiempo que llega, se sacia un suelo ansioso, deseoso.  En eso estaba vestido con suave ropa, a los lados las ventanas cuadradas, un ropero con olor a madera o a biblioteca con selectos libros que a ratos leo, y un par de sábanas cubriéndome de pies a cabeza, dejando que las cortinas de las ventanas erizen por las princas  a uno hasta comenzar la vereda de un sueño que inicia con un buen sonreir. Un sueño sin tener sueño, sin poder cerrar los ojos, por qué los querría cerrar?.

 Una intuición sabia y verdadera dice que sales por las tardes noches muy acompañada. Le cuento que apenas y salió usted –en un cierto día- y ya se oían los murmullos y los chiflidos. Ése momento que forma parte también de su mundo de paseos, de optimismo y risas con sus amigos, familiares y  conocidos que la pretenden; de sus encuentros de esquina a esquina con miradas de gusto y perversas. Y a mi sentir, en lo hondo siento que me aprietan bastante por ir a verla. No me pierden los ruidos, ni las voces, ni las habladerías de la gente ni de los comercios. Pero en sí, ando perdido en miradas que se oyen a mañanas con cobija y neblina bajando afuera. Enrollado de una punta a otra, con bastante alegría de un son del corazón de la mezcla de las distintas danzas a flor de piel. Y de noche la mesura, el placer, en el misterio de los íntimos hemisferios de una niña, languindeciendo yo de una punta a otra. Alguna vez por un momento, o quizás largo tiempo ha sentido eso? no lo dudo.
    
 Yo Cada que salgo a tu encuentro, llego, me paro delante -cómo pocas veces lo hago- delante suyo. El no arriesgue sucumbe delante una inocente mente, la cual, es la de usted. Mis labios realmente se paralizan, y es que usted creo se imagina por lo bonita que es, por lo que causa. Hace que mis sentidos salgan corriendo, entonces mi espíritu se queda a chispa de corto circuito en nada. Desconecta usted la razón de un reprimido corazón; entonces inhalo una de las más puras fuerzas… el olor a silvestre, el olor de la cercanía de un manantial que usted ya ha de saberse. Y porque usted me prestó la mirada repentina una vez, entreabrió sus ojos, y fijos, me consumí.
  Una niña con su nariz redonda, con el arcoiris dibujado, con una mueca en forma de "D" invertida, con su fleco de lado y lado,  el punto luminoso de sus ojos, un par de aretes a medio describir, el rímel, sus haceres; estas cosas que  influyen en sus facciones tersas de medio cuerpo para arriba porque justamente se encuentra detrás de un vidriero con productos de belleza, de dos a tres días a la semana la veo allí.
 Tampoco es como me la encuentro, no es sólo su belleza exterior. Es la manera en la que le sonríe a uno, apuesto que a todos sin discriminar. Se porta usted -puedo asegurar- sin creerse la gran cosa. Y es que a mí sólo me pasan las cosas de un trago excepcional. Es seguro el no arriesgue: el amén de cada día.
 Y que yo sonaba a cantos de gloria, que hablaba con usted, que aprendíamos de otra muy diferente, -aún con el hambre que hay en todo el pueblo- manera a coexistir. La canción de la melodía encadenada -sí, encadenado-, la canción de la almohada, por ti volaré, lady in red, la mujer divina con el golpe pausado a puño cerrado en guitarra. Ni tengo idea de cómo sea verdaderamente usted, y ya la le formulo. No se puede pensar mas que en la primera impresión en la que me quedé al verla. Como el lápiz rayoneando, no batallo para siempre pensar en ti, en mucho recordar y recordar su encantadoras comillas, una en contra de otra, con su sonrisa dentro de ellas. A veces no puedo por más que quiera, hallarla en un realce de mirada porque la suya ordena a su mente hacer el favor que le piden.

Hay tanta costumbre mala allá afuera, tantos hombres y mujeres de buena fe. Que actúan por sólo el instinto de ser creyentes de buena fé. En donde es común una tele infectante en cada piso de repello, en vez de un vistazo a su desprestigiada cultura detrás de los cerros. En donde ahora los chavos repudian el orgullo de hablar un dialecto. Yo no me puedo para nada expulsar su rostro, el cual, me hacen de la idea que quiere la ascensión o libertad, ésa de abrir los ojos, de ver más allá de la encantadora, pavorosa y cegadora realidad, de lo cotidiano, del vaivén de una encadenada juventud, de la pesadez de los mismos objetos volteados, distrayendo en cada acción de la hermosa vista de un cerro con faldón azul. De la estúpida idolatría que tanto se le tiene a lo que se dice “suerte”. De que si alguien lograra cautivar a otro alguien es cuestión de la suerte que éste tenga,  de que si toca bien o mal es su suerte. Quizás me equivoque, a lo mejor no está deshabitada.  
    En unas manos -sin tener la intención de que piense que son las mías- puede usted especular a parte de la edad lo que en uno está presente, de la emoción, de lo subjetivo, del reflejo de un pensamiento entre lo simple o ambiguo, de algo nuevo al paladar. Y es que es tan simple la situación hoy en estos días, que todo se ve como un objeto de deseo, no existe nada, lo que se dice nada". Es tan vago como  verlos decir sin carga:  "te amo", "eres mi vida", "te quiero y te deseo". Piensan, hablan y sienten tan poco, a veces ni lo primero hacen, es inconsciente costumbre. El "te amo" es una palabra cargada, de mucho peso.  Y si no es así, si no la cautivan así, vaya usted pidiendo la cuenta al mesero.

Usted anda sin prejuicios, yo sí. Usted está llena de dulces de piñata, llena de optimismo, llena de positivas palabras que se multiplican día con día, en cada salida, en las noches a escondidas.

No es cosa nadamás de andar juntos  columpiándose en un parque. O quizás subir las escaleras, ocultándose de la muchedumbre  - que escupe salivazos de fuego sobre su, mía, sus carnes-  en un kiosco.  Es algo más que tardes o mañanas juntos compartiendo goma de mascar en los columpios dándonos de besos, de besos sobre las mesas de piedra, de besos entre los albures, al cáliz, al vino del amor rindiendo honores.

Lo días que me quedan de este mes. Me la pasé en perfeccionarte, deslizando, puliendo entre el olor a madera, lijando de borde a borde, la recina encima. Ando distraído, es un sube y baja, como si ya necesitara todos los días de usted, como un bebedor compulsivo en cantinas de dulce, en vez de mala muerte. Por supuesto que eres ilusión de muchos, la llovizna que cala, el cigarro encendido para el adicto. Yo soy uno a usted adicto por un tantito de sí, de golpe la espera necesaria. Dulce mujercita.

Sueño día a día, casi noches enteras, para andar a tientas en valle, cerca del río. Sueño sin cerrar los ojos todo el día. Qué le digo si usted creo ya lo ha sentido alguna vez. Como el aroma de la sopa estando con harta hambre, el olor a jabón de manzanilla,  meter las manos sobre la ropa mojada en el día quemante, como recargar su cabeza sobre el marco de una ventana fría y húmeda. Amárrese a oler que se acerca la lluvia, y que usted respire el aliento de la tierra cuando se moje, y no sólo decir que viene la lluvia cuando el tiempo se lo muestre para que lo presienta.
   Tan callado, atrapado de pies a cabeza, de segundo a minutos, un mudo murmulleo de dos cabezas en un único sofa donde se esconden y se rozan  las miradas como los bancos en noches estrelladas de nochebuena. Quizás más adelante se me pase el influjo de la soledad que está por el plácido momento debilitada, amallada. Quizás sea sólo eso, ilusiones caras de la soledad en la que el corazón como raíz de  piedra, desesperado, que se agarra.  Más adelante, lo que menos quiero vocalizar es el no querer decirle ni un trago más.
   Agua de lluvia que sabe más cuando es limpia, como en la sierra. Desde los techos del mundo, en los coches o en las camionetas  las olvidadas tardes místicas están sin nadie libre bajo ellas, muriendo.
Por el momento la contemplo toda, pasa la noche, la estrañez de la capa de la piel con la mente en vela, sin el poder del querer olvidarla toda.

De toda palabra aquí escrita. Sólo le resumo que lo que conoce usted, yo, ellos y aquellos, es nada, que "amar es verdaderamente liberar".

5 comentarios:

  1. El buen manejo del monólogo narrativo. Va como una carta que nunca recibirá la destinataria, destilando amor., hablando desde ese yo enamorado, pero que pretexta del amor por una mujer, para hablar de la manera de ser de las personas, en el amor, en la querencia por la tierra...se asoma un dejo rulfiano, claro está, en su natural modo de escribir. UN abrazo, parce. carlos

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  2. Me encanta lo que escribes, ese sentimiento. Creo que es la fase más bonita, cuando nada se tiene aún claro, pero el corazón se sale del cuerpo :)

    Muchos besos.

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  3. Un sentimiento fuerte, un monólogo contigo mismo hacia una mujer a la cual atropella tú pensamiento continuamente.
    El amor es libre Gilberto en ello no hay duda.
    Me ha encantado leerte.

    Un beso

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  4. Efectivamente, amar es liberar, porque amar es la verdadera misión que tenemos al llegar a la vida, y cumplir con esa meta es lo más importante del mundo. Una hermosa entrada. Un abrazo.

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  5. Ese placer de leerte un espantoso día de sol y que parezca que el aire me está haciendo la piel de gallina... o es lo que has escrito que me pone así?

    No lo dejes nunca!

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