miércoles, 15 de mayo de 2013

Requinto mariachi

Así se oye, como un requinto.

En la biblioteca virtual buscaba tu cara.
  Saber que me coma el mismo diablo ya me da igual, ni me sabe a nada. No sé por qué, ni con que voluntad me trago hasta el fondo tu embriagante perfume. Si no fuera por que la providencia hace efecto sobre nuestros cuerpos, ya se hubiera puesto el agua muy tibia de mi frío y tu calor. Aunque fuera aterrador no tener nada de una vez, sólo estímulos de dos señales: las nuestras desde lejos. Se anida igual, el sabor de una cerveza en nuestras carnes labiales.
    El dinero es perro y hambriento; por que se come la virginidad de la inocencia. Estoy tan solo que hasta me parece chusco. Tanto, que esta cerveza me produce todo esto en las afueras de un recinto viejo. Me lastima -y que lástima- en cada día de paso. Y en esos días paso desbalanceándome sobre la orilla de cada banqueta con la carne abierta a la putrefacción, sintiendo así los miedos a coexistir.
  Creo tener la razón de que esa cosa roja y falsa se alimenta de moribundos deseosos de quereres y derrames. En ese entonces estaba sentado en un tronco, apoyándome sobre una mesa. Hasta el sol del día se había ocultado. El otro sol de la noche salía, así le digo yo.
  No tenía donde ir, había caminos que iban a no sé donde.
 Ay cielos! Con que pinche dolor se encuentra uno. Como si le hubieran pepenado toda razón -toda razón para no perderse- en bultos y las echaran a la calle para aplastarle los pilares de sus razones.
  Más pienso, y pienso que tus labiales se abren cerquita de los míos. Poco a poco, y con tiempos pausados. En cuanto tiempo se podrán tocar? Eso quiero saber. Eso se siente como si uno se levantara  en el toque de cada cuerda. De lo que bien me acuerdo es que habían vuelos y vuelos dentro de esta cabeza que namas no existían. Con alas semi rotas. Llenas del ardor del corazón en llamas. No sabía, pero se sintió el temor en la parte baja del abdomen. Por que uno no sabe cuando se cansa de estar en los suelos; pero estando así, nada se puede cambiar, hay que volar. Y  es como si uno ascendiera  por la mezcla de los sabores agridulces del limón y la sal en cada cerveza clara compartida. En ese momento yo todavía no abría las puertas de tan cerrados y fuertes ojos.
  Me imaginaba los resplandores de un mosaico de momentos: cuando atamos nuestras manos y los dedos se empezaban a entrecruzar. Cosas así venían desde los cielos a estallar uno a uno en el suelo de mi cabeza provocando las máximas resoluciones de imágenes de grandezas, paseos, risas, ternura y dolor. En el momento en que las pasé a un cuadro de historia, era el momento exacto cuando fuiste saliendo del recinto. Tirando por el camino trozos de tulipanes ardientes, deshaciéndose uno a uno los pétalos de cada deseo, todos desechados y quemados. Sin dejar siquiera cenizas.


Ahora mismo me voy caminando, ahora mismo seré yo quien se libre a gritos! La noche estuvo justificable a mi favor.

Morirás espuma adentro.

4 comentarios:

  1. Cada uno volamos con nuestras propias alas, pero volar es necesario para vivr.- Besicos.

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  2. Está muy bueno Gilberto, siempre tienes imágenes fuertes, pero mi sugerencia es que trates de darle un poco más de forma, para que no parezca una catarsis y que el hilo conductor sea un más claro.
    Sin ánimo de ofender, es sólo una opinión.
    Saludos.

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  3. Es un texto muy evocador, con un buen nivel de dramatismo lírico. "El dinero es perro y hambriento", buena frase.

    Saludos.

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  4. Hola, creo que no te había visitado antes, y me alegro de conocer tus letras, y tu blog. Me ha gustado mucho. Pasare a verte más de seguido. Un saludo.

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